Después de dos días de disfrute de islas típicamente caribeñas, de manadas de peces de colores, de nadar con las tortugas, hoy dejamos la isla de Mustique y nos alejamos los Cayos de Tobago. Aunque se llaman de Tobago, nada tienen que ver con la conocida Trinidad y Tobago, que es otro país isleño que está más al sur, cerca de la costa venezolana.
Antes que nada, Arthur y Belén madrugaron para dar una vuelta exploratoria a Mustique, donde descubrieron toda una suerte de urbanizaciones al estilo Sotogrande con mansiones de arquitectura mimética con el entorno. Mientras tanto Julio y Charo saltaron a tierra para buscar unas conexiones a Internet. Los otros cuatro tripulantes nos dedicamos al buceo encontrándonos de nuevo con con manadas de peces de todos los colores y tamaños.
Sobre las 11:00 zarpamos para continuar la travesía de retorno y hacia la isla de San Vicente, la del volcán que visitamos en el trayecto de ida. En esta ocasión pasamos la isla de Becquia por su derecha. A la ida la pasamos por su izquierda, atraque incluído. Hoy han sido dos horas y media de navegación con muy buenas condiciones meteorológicas, sin ningún chubasco que nos refrescara. Viento del oeste de 20 nudos y velocidad del barco de 8 nudos.
Como ya estábamos escasos de agua en los tanques del barco, que no es la que usamos para beber o cocinar, buscamos atraque en el muelle de la marina de Blue Lagom. Con la maniobrabilidad que tiene el catamarán, con la destreza del capitán, con la ayuda de un auxiliar del puerto, y con boyas puestas al efecto el atraque fue perfecto (Carlos, Pilar, MMar, Quico, Rafa, Paqui… nada que ver con Grecia). En este puerto por fin tenemos duchas y podemos refrescarnos en agua dulce para desprendernos de los estratos de sal acumulados. Es curioso, pero a pesar de baños tras baños en agua salada, no notábamos la aspereza y picor producidos por la sal que solemos tener cuando nos bañamos en nuestras playas. Al comentar esto caímos en la cuenta que es que aquí hay tal humedad que no llegas a secarte y la sal no cristaliza en la piel.
Después de 7 días por este país (San Vicente y Granadinas) todavía no teníamos sello de entrada en el pasaporte porque en los puertos pequeños en los que hasta ahora hemos recalado no tenían sello ni funcionarios. Así que como casi estábamos de ilegales, lo primero que hemos hecho ha acercarnos al aeropuerto a arreglar los papeles. La empleada del puerto nos ha ayudado bastante para indicarnos el transporte de ida y vuelta al aeropuerto teniendo en cuenta que a la vuelta queríamos traer una comprita. La ida en bus, que aquí son furgonetas monovolúmenes de 8 plazas pero que de hecho se meten hasta 20 pasajeros, toda una aventura por la carretera. Como este es el primer puerto de postín en el que atracamos, nos acicalamos y salimos a cenar. Acabamos en un restaurante próximo donde brindamos con unas cervezas y nos comimos unas pizzas tipo americana de las que te daban la medida en pulgadas. Esa fue toda la marcha, ya que el capitán estableció la hora de zarpar para el día siguiente a las 7 de la mañana, ya que la travesía hasta la isla de Santa Lucía iba a ser larga.
jueves, 20 de mayo de 2010
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